Uno de los momentos más bonitos que podemos experimentar a lo largo de nuestras vidas es el de dar la bienvenida a un nuevo ser humano, ya sea un hijo, un sobrino, un primo, el hijo de un amig@...
Aunque ya han pasado casi
dieciocho años, recuerdo perfectamente el día en el que conocí a “mi María”.
Mi preciosa y dulce ahijada. Ella tenía poco más de un mes, cuando se produjo
nuestro encuentro. Mis exámenes de junio no me permitieron viajar para
conocerla antes. Así que, cuando mi avión aterrizó, bien entrada la noche, en
el aeropuerto de Santiago de Compostela, empezó la eterna cuenta atrás hasta
ese nuevo y emocionante amanecer en el que conocería a mi pequeña.
Se encontraba dulcemente
dormidita en su cochito, cuando entró con su mamá en casa de mis abuelos. Su
padre hizo las presentaciones y ella, muy educada, abrió sus ojitos.
Aún, puedo recordar su blanca
piel y su carita redonda, su bonito pelele rojo y blanco, sus noches de llanto,
peleando tal cual Mike Tyson con el sueño. Pero lo que no logro recordar es si
tenía algún muñequito que la acompañase en sus dulces sueños, en sus primeros
pasos, juegos o catarros. Este fue el motivo que me llevó a regalar a los niños, que con el tiempo
han venido a alegrar mi vida, estos bonitos peluches.
Estos tiernos animalitos, además de ser un
regalo personalizado y con encanto, se convertirán en los compañeros fieles de aventuras de nuestros pequeños, formando parte de sus primeros
recuerdos. Y tú, de ellos.